miércoles, 8 de diciembre de 2010

Costillas de cerdo asadas con coco y fideua de higos

Está lloviendo y voy aprovechar para dedicar un ratito al blog.
Os presento una de mis locuras de fin de semana.
Es de esas divertidas en las que te pones a revolver por la nevera sin saber lo que buscas y pillas de aquí y de allí cosas que te gustan y mezclas y te sonríes pensando en la cara que van a poner tus "conejillos de indias"
Jajaja
¡Son más buenos!
¡¡¡Se lo comen todo!!!
El truco de estos platos para que se lo coman es ponerles
¡¡¡¡¡MUCHO AMOR A LO QUE HACES!!!!
Y tiempo, cocinar sin prisas.
Yo soy rápida cortando y preparando porque me acostumbre a usar cuchillos grandes y cocinar varios platos al mismo tiempo controlando diferentes tiempos y temperaturas.
Me ha servido de mucho porque así no me aburro ni me agobio en la cocina.
De otra forma no podría, soy muy inquieta, me gusta moverme rápido y no soporto tropezar con nadie en la cocina.
Mi suerte, es que en casa me dejan a mi aíre.
Solo aparecen de vez en cuando con los olores o la curiosidad.
Pero se portan bien, no molestan jajajaja
De premio, comerán bien.
Me refiero a darle su tiempo a la comida.
Estas costillas por ejemplo,
 estuvieron unas dos horas con el mejunje puesto antes de entrar en el horno.
 Y al asarlas les bajo el fuego y las hago más lentas, sin prisa.
Se quedan tiernas y jugosa la carne con el contraste del crujiente de la capa de afuera.
INGREDIENTES
Ajo en polvo
Pimienta negra.
Sal
Laurel
Albahaca
Orégano
Estragón
Perejil
Jengibre
Salsa de soja
Aceite de oliva
Miel y coco (toque final)

ELABORACIÓN
Mezclamos todos los ingredientes con el aceite en un cuenco.
Ponemos las costillas en la fuente de cristal de horno
 y las bañamos bien con el mejunje que hemos preparado. 
Les daremos la vuelta por tiempos para ir jugoseándolas y las dejamos así un par de horas.
Precalentaremos el horno a 200º.
Tapamos las costillas con papel de plata, las metemos en el horno y bajamos la temperatura a 150º.
Estas estuvieron casi 2 horas.
Las controlamos y les damos la vuelta con cuidado de no quemarnos y de no romper la carne y estropearlas.
Si lo hacemos un par de veces la carne estará más jugosa.
Cuando veamos el punto que nos gusta, las destapamos y las dejamos que se doren unos minutos.
Mientras ponemos un par de cucharadas soperas de miel en un cuenco de cristal con un poquito de agua. Lo diluimos en el microondas, apenas ni un minuto.
Abrimos el horno y con el pincel pintamos todas las costillas por la parte superior.
Un minuto de horno y lo apagamos.
Ya con el calor es suficiente.

Entonces..... pego un grito y digo:
¿Quién se atreve a comerse la costilla con coco?
¿Quééééééé?
¿Qué, quién se atreve a comerse la costilla con coco?
-¡Tu estás loca! ¡Yo paso! 
(Pepe, contesta desde arriba. A él no le entusiasma el coco, por eso pregunté jejejeje)
- ¿Con coco? - ¡que rico huele!- Bueno la mitad, por probar.
(Mi madre ya entrando en la cocina y golisneando)

Entonces, la de Pepe sin coco. La mía con coco. Y la de mi madre mitad si, mitad no.
¡Para todos los gustos!

Ponemos el coco y sobre él una gotitas del jugo de miel que reservamos.
Lo metemos de nuevo ya con el horno apagado.
El calor que le queda dora y deja crujiente la miel y el coco mientras esperamos para servir.

Aquí la versión menos atrevida. Sin coco

Os voy a contar una, o más bien unas anécdotas simpáticas, porque unas llevan  a las otras. 
Yo nunca cociné para mucha gente.

¡En casa del herrero cuchara de palo!
Criada en mi adolescencia en un restaurante, hija de cocinero y no aprendí nada

Trabajé 6 meses en una carnicería alemana, de esas que te muestran todo en bandejas ya cortado y te venden ensaladas por peso etc. Y aprendí a manejarme con los cuchillos muy bien, no me quedó de otra. Fue el primer trabajo que me salió cuando me trasladé al sur.
Algunos se sorprendieron porque me consideraban  "la niña de papá" jejejeje, pero yo paso de todo.
Me apunto a un bombardeo y nunca digo yo no sé hacer esto, porque el NO ya lo tengo, así que siempre respondo:
- Yo aprendo muy rápido.
De esta forma he tenido trabajos muy distintos.

Yo quería trabajar y no estar todo el día en casa. 
Trabajé en el negocio familiar y estudié desde los 14 años, y llevaba mucho ya en casa desde que nació mi hijo y estaba frita por trabajar pero de forma independiente.
Había estudiado turismo pero ahora no podía viajar como tenía planeado.

Por otro lado Willy necesitaba jugar con otros niños y le gustaba la guardería. Así que trabajé ahí unos meses hasta que me salió una plaza de encargada en una guardería y cambié de trabajo y a mi hijo conmigo. Que por eso de ser alma inquieta, embarazada estudié puericultura para poder trabajar unos años y cuidar a mi hijo al mismo tiempo, hasta que fuera al colegio. 


Para acompañar una locura, otra.
Una fideua de higos y uvas con champiñones... bueno, esto será otra entrada.

Años más tarde me fui a Ibiza a trabajar una temporada. Eramos 3 parejas y 2 niños, no encontramos varios apartamentos y al final compartimos un piso de 4 habitaciones.
Esa fue la primera vez que cociné para 8 personas y a veces más, ya que teníamos amigos de diferentes partes de España y venían mucho por casa. Estuvimos 6 meses.

Ya en la isla, mucho tiempo después,  me ofrecieron un trabajo en un asadero de pollos y comidas preparadas para llevar. La casa se me caía encima y mi hija tenía 18 meses, era un buen horario y no me lo pensé, la puse en la guardería y me fui a trabajar.

En un principio eran 2 socios y uno tenía restaurante y todo venía preparado de allí.
Pero al poco tiempo se mosquearon y se separaron y el que se quedó con el asadero era una persona excelente con la que hice amistad, al final su esposa se vino a currar los fines de semana porque había mucho trabajo. Yo no tuve corazón para marcharme y dejarlo solo, así que terminé cocinando yo jejejejeje

¡Que guasa!
Ahí me ves, con una cocina industrial, 4 freidoras, 2 parrillas enormes de pollos, los carros de las papas. Prepara lo caliente y lo frío, despacha, cocina, cobra... y al terminar limpia, lo peor.
Y los domingos.... hasta 200 pollos sin contar lo demás.
La cola de gente que llega a  la calle.
El calor es insoportable.
Y cuando abres la puertas del horno y te toca sacar la barra de pollos más alta ni te cuento....

Pues una de las anécdotas, ahí va, que en 2 años en el asadero hay muchas...
Te encargan pollos y apuntas el horario cuando lo van a venir a buscar.
Controlas los pollos que están asándose y el tiempo que les falta.
Los que están hechos y los que van a venir a buscar y cuando.
Y los que vienen a comprar sin que tengan encargo.
Si fallas en el control... SE VA TODO A LA MIERDA Y SE LÍA UNAAAAAA

Pues esto pasó, mi compañero se agobió con tanta presión de la gente, unos cabreados y muy mal educados; otros defendiendo al dependiente y diciéndoles que se callaran; otros que solo querían su puñetero pollo.
Miro a mi compañero y parecía que le iba a dar algo al pobre.
Las orejas encendidas y coloraooooo.
Me quedo mirando para la gente, doy dos palmadas fuertes y digo en voz muy alta:
- ¿QUÉ, TIENEN HAMBRE? 
¡¡¡PUES COMÁNNOS, NO SE CORTEN!!!!

Tiré el paño encima del mostrador cabreada, me quité el delantal y me quedé mirando para la gente, mientras iba doblando lentamente el delantal  y pillando aire y les dije:

- Si fuera Jesucristo, multiplicaría los pollos y las papas como Él hizo con los panes y los peces.
Pero como no lo soy, me voy a ir tranquilamente a mi casa y dejar que el que tenga hambre cocine o se vaya a comer a un restaurante. Porque no tengo porque aguantarles que me griten y me falten al respeto. Soy rápida, si alguno cree que pude ir más rápido le dejo pasar y que me lo demuestre.
¿Algún voluntario?¿No?  Pues buenas tardes.

Miré a mi compañero que solo le faltaba llorar (más buena gente y jovencito) y me dice:
-Ana, no me dejes solo, no te vayas.
Se hizo un silencio tremendo. Habían muchos clientes habituales. Todo el mundo me miraba esperando a ver que hacía.
Miré de nuevo  a mi compañero y le dije con una sonrisa como los toreros y le hice el gesto con el delantal:
- ¡Va por ti Mario!
Me di la vuelta y mirando a los clientes, me puse el delantal y sonriendo les dije:
- El que no se enrolle no come, y nada de colarse que se quién va primero.

Cuando terminamos la jornada, Mario me dijo:
- Ana, si te llegas a ir me muero, ¡te lo juro!


 Durante casi 2 años tuve a mucha gente probando mis experimentos.
A veces me decían:
- Eso a mi no me gusta.
Y yo les respondía.
- Es imposible que usted sepa si le gusta o no
-¿Por qué?
- Muy sencillo. Porque me lo acabo de inventar y no tiene usted posibilidad de haberlo probado antes.
Yo le invito a probar y luego me dice si no le gusta ¿vale?

Al final tenía clientes que me decían con guasa:
- ¿Ana que has inventado hoy?

Y hoy comparto mis inventos en la red mediante este blog.
¡Ay que ver las vueltas que da la vida!
¿O no?

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